top of page
  • Natalia Agraso Fábregas

Mujeres trabajadoras en la I Revolución Industrial


¿Incluye la mística de la feminidad un trabajo remunerado?



El desplazamiento de la mujer desde el hogar a la fábrica atentó directamente contra la mística de la feminidad establecida. La sociedad se cuestionaba la compatibilidad entre feminidad y trabajo asalariado, convirtiendo a la mujer trabajadora en objeto de debate.

Una mujer que se convierte en trabajadora ya no es una mujer (Simon J., 1876)

El proceso de industrialización iniciado en el siglo XVIII supuso una alteración en el modo de trabajar, primero en Inglaterra y posteriormente en toda Europa occidental. Las mujeres, junto con los niños, fueron los sectores de la sociedad más afectados, ya que los trabajos manuales y domésticos disminuyeron en favor de los trabajos fabriles.

La revolución industrial creó “trabajos para ella allí donde antes no había habido nada” (Scott, 1993).

En el contexto industrial inglés se atisbaba un discurso basado en el sexo-género para establecer unas relaciones de subyugación dentro de la sociedad, concretamente, del hombre sobre la mujer y de los burgueses sobre los obreros. Estas desigualdades eran visibles, especialmente, en el ámbito laboral a través de los salarios, las jornadas o los roles adoptados dentro de la industria.


En el llamado “Siglo de las Luces”, donde se trabajaban los valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad, la lucha por el progreso humano parecía estar enfocado a un sujeto muy concreto: el hombre blanco occidental de clase media (Puleo, 1993). Estos modelos modernos tan solo legitimaban los estándares de dominación predominantes desde la antigüedad. El movimiento feminista de la Ilustración luchaba por universalizar los valores que se prometían, ampliando el espectro de los sujetos a los que iban dirigidos estos derechos. Su lucha fue ignorada y desplazada del discurso democrático. A pesar de ser una época “emancipadora”, no se contemplaba integrar a las mujeres como beneficiarias de esas capacidades y derechos.

La niña obrera, Joan Planella y Rodríguez (1889)


Con anterioridad a la Revolución Industrial, los puestos a los que optaban las mujeres eran de carácter manual o doméstico, principalmente relacionados con los cuidados. Al relegarse al ámbito privado, fue más compleja su inserción en el ámbito público que suponía la industria. Aprovechando las popularmente atribuidas cualidades femeninas, las mujeres se ocuparon del sector textil. La duración de su jornada laboral era inferior que la de los hombres, por lo que su salario era mínimo.

Esta condición era extrínseca a su clase social, tanto proletarias como burguesas se encontraban en una posición inferior a la del hombre.


Cada sexo tenía su papel claramente asignado y estos estaban organizados de forma jerárquica (Gullickson, 1995).

En el siglo XIX se tenía la certeza de que las mujeres eran “más baratas y menos productivas que los hombres” y que solo eran aptas en ciertos periodos de su vida, cuando eran jóvenes y solteras. Además, solo se consideraban idóneas para ciertos tipos de trabajos, los “no cualificados, eventuales y de servicio” (Scott, 1993).


En el siglo XIX se la observa, se la describe y se la documenta con una atención sin precedentes, mientras los contemporáneos discuten la conveniencia, la moralidad e incluso la licitud de sus actividades asalariadas (Scott, 1993).

Se fundamentaban en razones ontológicas para justificar esa disociación y consecuente inferioridad. Esto provocó que las mujeres se rodearan de un halo discursivo de desprecio hacia sus capacidades laborales y su condición física. Por ello, de ejercer algún trabajo, su sueldo debería ser menor. De esta manera, su emancipación era cada vez más compleja.


Se defendió una génesis ideológica basada en la desigualdad de género y la separación público-privada. Temían que la integración de la mujer al trabajo condicionará negativamente su capacidad reproductiva, por lo que se crearon una serie de pautas para que trabajasen menos horas, nunca en turno de noche, como medida preventiva y protectora, al considerarla una figura débil y fácilmente corrompible. Sostenían que el acceso a un espacio mixto no era favorable para ellas, ya que corrían el peligro de actuar de manera semejante a los varones.


Atribuyeron a las mujeres los arcaicos rasgos de flaqueza y debilidad, justificando así, sus pésimas condiciones laborales.


La industria destruye la belleza y sobre todo la salud de la mujer y la desvía de su función esencial: la maternidad (Perrot, 1976).

Los salarios de las mujeres eran ínfimos. Muchas se veían obligadas a ejercer la prostitución para subsistir, ya que el dinero que ingresaban por pieza fabricada imposibilitaba costearse una vida en solitario. Y es que el perfil de mujer que trabajaba en las fábricas era el de muchacha joven y soltera. Cuando tenían su propia familia, la aportación económica femenina en el hogar hacía que el núcleo familiar se fortaleciera, pues los hijos no se veían obligados a trabajar a edades tempranas y los maridos no tenían por qué emigrar. Sin embargo, los datos apuntan a una amplia participación infantil en las fábricas, una cuarta parte de la industria algodonera (Palmade, 1978).


En cuanto al tipo de trabajo realizado por ellas, se consideraba “mecánico y sin iniciativa”, porque sostenían que su biología las hacía menos inteligentes y más débiles. Broadhurst dijo ante el Congreso de Sindicatos Británicos en 1877 que las mujeres debían volver a la esfera del hogar, “era la que les correspondía por naturaleza”. En el Congreso de Marsella de 1879, Joseph Bernard afirmaba que la revolución sería la única vía para acabar con las diferencias sexuales. Todos coincidían en algo, la mujer como “víctima desgraciada de la naturaleza y de la sociedad”.


Autores como Medick (1976) afirmaban que la protoindustrialización empoderó a las mujeres; sin embargo, Gullickson (1995) sostenía que no hubo mejoras notables.


Al salir del hogar y participar en un ámbito laboral mixto, las mujeres se desprendieron de la mística de la feminidad de la que habla Friedan, desarrollando una conciencia de clase y de género, reivindicando su posición en la sociedad. El cuestionamiento de las estructuras es el primer paso para su cambio.


Se vertebraron dos corrientes paralelas, la lucha feminista y el movimiento obrero. Eleanor Marx (1855-1898), aunó ambas luchas. Fue una activista socialista y marxista que abogó por unos derechos dignos para la clase trabajadora, en especial para mujeres y niños, quienes sufrían especialmente los abusos de la industria.


La salida de las mujeres del hogar y la incorporación en el trabajo no fue el gran debate de la Revolución Industrial, pero sí plasmó las relaciones sexuadas establecidas en la sociedad.


Algo similar volvió a suceder hace poco más de un año. El confinamiento originado por el COVID-19 y su consecuente desplazamiento del trabajo a los hogares afectó, con diferencia, mucho más a mujeres que a hombres.


Como ya ocurría antes de la Revolución Industrial, un gran porcentaje de las mujeres dependían del trabajo doméstico, sin embargo, la pandemia hizo que tuvieran que sustituir su fuente de ingresos. Muchas optaron por la plataforma OnlyFans como alternativa laboral, viéndose obligadas una vez más a la prostitución de sus cuerpos para subsanar la precariedad económica y laboral que sufren las de su género.






Díaz Langou, Gala (2021). La pandemia puede abrir aún más las brechas de género que ya estaban presentes en la economía. Recuperado de: https://www.cippec.org/textual/la-pandemia-puede-abrir-aun-mas-las-brechas-de-genero-que-ya-estaban-presentes-en-la-economia/ Gullickson, Gay L. (1995). “Amor y poder en la familia protoindustrial”. Mercados y manufacturas en Europa. Crítica, Barcelona. Lozano, Mabel; Conellie, Pablo J. (2020). PornoXplotación. La explosión de la gran adicción de nuestros tiempos. Alreves Marra, Yohana (2020). OnlyFans se convirtió en la alternativa laboral para mujeres durante la pandemia de COVID-19. Recuperado de: https://cronica.uno/onlyfans-se-convirtio-en-alternativa-laboral-para-mujeres-durante-la-pandemia-de-covid-19/ Medick, Hans (1976). “The Proto-Industrial Family Economy. The Structural Function of the HouseHold and Family During the Transition from Peasant Society to Industrial Capitalism”, Social History, United Kingdom. Medina-Vicent, María (2014). El papel de las trabajadoras durante la industrialización europea del siglo XIX. Construcciones discursivas del movimiento obrero en torno al sujeto “mujeres”. Universitat Jaume I. Fòrum de recerca, núm. 19, pp. 149-163. Mujeres y teletrabajo en tiempos de pandemia. Recuperado de: https://www.feministas.org/madrid/wordpress/wp-content/uploads/2020/06/Mujeres-y-teletrabajo-en-tiempos-de-pandemia.pdf Palmade, Guy (1978): La época de la burguesía, Siglo XXI, Madrid. Perrot, Michelle (1976). “El elogio del ama de casa en el discurso de los obreros franceses del Siglo XIX”. Historia y género: las mujeres en la Europa Moderna y Contemporánea. Edicions Alfons El Magnànim, Universitat de València. Puleo, Alicia (1993). “La Ilustración olvidada”. La polémica de los sexos en el siglo XVIII, Anthropos, Madrid. Scott, Joan (1993) “La mujer trabajadora en el siglo XIX”. Historia de las mujeres en Occidente, Taurus, Madrid. Scott, Joan (1993). “La mujer trabajadora en el siglo XIX”. Historia de las mujeres, pp. 425-461. Simonton, Deborah (1998). A History of European Women’s Work, Routledge, London Thompson, Edward Palmer (1989). La formación de la clase obrera en Inglaterra, Crítica Barcelona.


Entradas Recientes

Ver todo

© Morada de Arte

bottom of page