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  • Natalia Agraso Fábregas

La Malinche

Malinalli, nacida entre el año 1496 y 1501 en la antigua capital olmeca (actual Veracruz), era la hija de un cacique y una “señora de vasallos y estados”. Cuando su padre fallece, su madre contrae de nuevo matrimonio y da a luz a un segundo hijo. La posición de “hijastra” la lleva a ser vendida a un grupo de traficantes de esclavos. Siendo muy joven, Malinalli es cedida como tributo al cacique maya de Tabasco.


Doña Marina o la Malinche, 1885. Biblioteca de Cataluña, Barcelona.


Además de su lengua materna, pronto aprendió la maya-yucateca, lengua en la que hablaban sus amos. Esto la llevó a ser una figura clave en la conquista.


En 1519, a la llegada de los españoles a México, 20 mujeres esclavas fueron regaladas a Hernán Cortés, tras la derrota de los tabasqueños. Entre ellas se encontraba Malinalli, bautizada por los españoles como Marina. Entre los mexicas se acabó llamando Malintzin, traducido como “noble prisionera”.


Malinalli ejercía de intérprete entre el náhuatl y el maya, mientras que Jerónimo de Aguilar se encargaba de las traducciones del maya al español. Con el tiempo, sería Malinalli la que traduciría también al español. Su trabajo fue vital para establecer contacto entre españoles y mexicas.


La Malinche haciendo de intérprete entre indígenas y españoles. Desiderio Hernández. Palacio de Gobierno de Tlaxcala.


Además, al conocer sus costumbres y sus técnicas militares, Malinalli aconsejaba y asesoraba a los conquistadores. En los códices, siempre aparece al lado de Cortés; se convirtió en un elemento clave de la conquista. En 1522 “doña Marina” y Hernán tuvieron un hijo, Martín. Se trasladaría a Coyoacán, donde Hernán le construyó una casa.


Después de Dios, la mayor razón para el éxito de la conquista fue Marina.

Una vez Cortés alcanzó sus objetivos y se casó con Catalina Juárez, vendió a Marina a un hidalgo extremeño afincado en México, Juan Jaramillo. Con él tuvo una hija, María. Se dice que Hernán la abandonó y “la casó” con Jaramillo por sus ansias conquistadoras. Sin embargo, seguiría prestando su ayuda a Cortés. En 1524 le acompañó a Honduras, en calidad de intérprete.


Primer encuentro de Malinalli con Hernán Cortés. Códice de Diego Durán. Siglo XVI. Biblioteca Nacional, Madrid.


Además de su evidente ayuda como traductora, sin su presencia no se habrían conseguido los mismos logros, ya que fue ella quien avisó de la emboscada de los cholultecas. Según Rodríguez de Ocaña, “después de Dios, la mayor razón para el éxito de la conquista fue Marina”. En el Lienzo de Tlaxcala no solo aparece acompañando a Cortés, si no que se aprecia a Marina a los mandos, dirigiendo como una autoridad independiente. Su influencia era tal, que, entre los mexicas, Hernán Cortés era conocido como “el que acompaña a Malinalli”.


Hernán Cortés acompañado de Malinalli. Lienzo de Tlaxcala, segunda mitad del siglo XVI.



Pese a sus múltiples nombres, pasaría a la historia como La Malinche, “persona que comete traición”. De este apodo nació el malinchismo, utilizado en México para referirse a aquellos que rechazan lo propio y favorecen al foráneo.


No obstante, no todos coincidían en esta traición. Se le atribuye haber salvado a su pueblo de los aztecas, llevar el cristianismo al “Nuevo Mundo” y hacer que los conquistadores fuesen “más humanos”. Sin embargo, sin su ayuda, la conquista hubiese sido mucho más lenta y probablemente los mexicas se pudieran haber adaptado mejor, obteniendo alguna victoria.


La fecha de su muerte no se conoce con exactitud. Algunos apuntan a 1529 como fecha de la epidemia de viruela; mientras que otros apuntan a 1551, según determinadas cartas encontradas en España.


Actualmente en México, la figura de “La Malinche” se equipara a la de la Virgen María o La Llorona. Muchos la ven como figura fundadora de la nación mexicana, otros, como una simple traidora.


Desde 1960, autoras como Rosario Castellanos reivindican su figura como víctima, en lugar de traidora, al estar atrapada entre dos culturas y verse obligada a tomar decisiones complejas. Por contraposición, en 1978, la canción La maldición de la Malinche, denunciaba el malinchismo y manifestaba los daños al patrimonio latinoamericano y al pueblo indígena.

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